Se podría pensar que reflexionar sobre el humanismo
resulta demasiado abstracto y en consecuencia tal labor quedaría como tarea
exclusiva de los filósofos, sociólogos, antropólogos y humanistas, en general.
También podría creerse que teorizar sobre franciscanismo es labor de teólogos
y religiosos. Quisiera, sin embargo, que olvidaran en este momento tales
presupuestos, ya que el
humanismo franciscano pretende examinar los elementos más sencillos y vitales
del ser humano, tan comunes a todos los miembros de la comunidad bonaventuriana
(profesores, estudiantes, administrativos, religiosos, etc.).
Entonces me referiré a dos aspectos muy humanos y a
la vez muy franciscanos: el valor del trabajo y el valor del otro –entendido no
como objeto sino como persona–. Exploremos, pues, tales conceptos.
Dentro del franciscanismo, el trabajo está ligado a
dos ideas muy importantes: el servicio y la justicia. El trabajo es un don por
medio del cual podemos servir a los otros. El mismo Francisco expresa en el
principal documento jurídico de los hermanos menores lo siguiente: "aquellos
hermanos a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, trabajen con felicidad
y devoción". Se observa, entonces, que un acontecimiento humano tan
sencillo como este debe estar cargado de regocijo, alegría y constancia. En
este sentido, el trabajo debe llevar a la realización
personal de quien trabaja: "el trabajo jamás deberá ser alienante o
deshumanizante (...) Jamás en el franciscanismo el sujeto personal se convierte
en sujeto ocasional, en interés productivo, en mercancía o en objeto de explotación”.
Así
las cosas, cabría preguntarse: ¿cómo concebimos el valor del trabajo (el propio
y el de los otros) en nuestra Universidad? Fácilmente podemos asumir el trabajo
como una carga personal o castigo y a la vez hacer que los otros (compañeros o
subalternos) entiendan tal don humano como
un acontecimiento tan deshumanizante que les niega su dignidad como persona,
pues: "el trabajo pierde su rostro humano cuando absorbe e impide la
creatividad personal, enturbia las relaciones fraternas y explota la
naturaleza". Un pensamiento de este
tipo es incompatible con una institución franciscana: "El hombre
franciscano no se cosifica ni hace de su persona una objetivación en su
trabajo. Vive alegre y entregado a su trabajo, por eso el trabajo no le puede
resultar extraño ni un poder independiente ni amenazador".
Pero un concepto como este no se basta por sí solo;
necesariamente está acompañado del ver al otro como persona y no como objeto,
a los objetos se les desecha, a los seres humanos se les acoge, aprecia,
estimula y anima: "La relación con el otro, se cumple como servicio y como
hospitalidad”. Cabe pues preguntarse ¿qué tanto aceptamos al otro (ese otro que trabaja) en nuestra
institución educativa? En el humanismo franciscano el otro vale por lo que
es, no solamente por lo que tiene y produce. Por ello las relaciones
interpersonales entre compañeros, empleados y jefes deben estar permeadas por
la vivencia amable y fraterna, ya que el franciscanismo entiende al otro como un hermano. En síntesis, si nuestra sociedad por influencia de los
medios masivos de comunicación, los sistemas económicos y administrativos
imperantes, reclama individuos que produzcan y consuman, contrario a esto, y
sin olvidar el contexto actual, el
franciscanismo invita a ver y aceptar al ser humano como auténtica persona
llena de valores.
Es
cierto, la Universidad de San Buenaventura Cali es una organización, y como tal
ofrece servicios, debe mejorar sus procesos administrativos y gerenciales para
poder garantizar autosostenibilidad económica, este es uno de los grandes
retos a los que se enfrenta; sin embargo, no debe olvidar que lo que la fundamenta
no es en sí misma la productividad o la aplicación de fórmulas económicas y
administrativas, sino el espíritu
franciscano; ese que dignifica y humaniza. El humanismo franciscano en la
Universidad de San Buenaventura Cali, tiene que ver con la justicia de
remuneración económica (un ejemplo
de ello es el nuevo escalafón docente el cual estamos revisando y ajustando), el compromiso laboral, la honestidad profesional y
la exigencia académica, sin olvidar que el otro es una persona que se
dignifica y realiza mediante su trabajo, un ser humano que siente, desea
aprender, mejorar y que está por encima de lo que la sociedad de consumo y la
sociedad de la producción nos impone. Ese ha sido el espíritu que ha animado a nuestra institución desde su fundación y
por ello debe seguirse cultivando. Es, al fin de cuentas, el desarrollo de la
forma de entender la vida que el hermano de Asís interpretó a cabalidad, a
ejemplo de Jesucristo.
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