Para mí siempre es un
inmenso honor y placer presidir el acto de colación de grados de nuestra Universidad
de San Buenaventura Cali, institución que cumplió el año pasado sus primeros cuarenta
años de vigencia en la comunidad del Valle del Cauca y el suroccidente del país.
Graduados, familiares
y amigos. Estamos viviendo un momento único y sorprendente del devenir
histórico. Nuestra patria acaba de cumplir su bicentenario como nación
independiente y su historia, jalonada de tantos desencuentros, violencia y profundas
divisiones, se halla en el momento más cercano a la paz que haya tenido en
muchos años. Soy consciente de que todavía queda mucho por hacer aunque mucho
se ha hecho, pero Colombia es hoy una democracia consolidada que busca con afán
la paz y la reconciliación. Hoy como nunca, existe un consenso popular unánime
a favor de la convivencia pacífica, la humanización, la concordia, el diálogo, la
solidaridad, el entendimiento civilizado y el fin de toda forma de violencia.
Por otra parte, Colombia
–y esta es la razón de mi optimismo que por otro lado quiero transmitirles– presenta
hoy un perfil de crecimiento económico a tal punto que integra el grupo de países
denominado Civets junto con Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica, países
sobre los que se espera mayor crecimiento en las próximas décadas. De acuerdo
con la unidad de inteligencia de The
Economist, estas naciones se perfilan como destinos atractivos que
reportarán un incremento del 4,5 % anual del producto interno bruto en los
próximos veinte años, valor muy por encima de los países del G7 que se estima en
torno al 1,8 %. Hace no mucho tiempo la revista Newsweek consideró a Colombia como la nueva estrella del sur y
afirmó que es un país al que debe prestársele atención.
Colombia tiene la
tercera mayor población en Latinoamérica después de Brasil y México y eso le da
una masa crítica con una enorme potencial de demanda interna. El propio Fondo
Monetario Internacional, tan criticado por sus famosos planes de austeridad, destacó
hace poco que el crecimiento de muchas economías de América Latina parece estar
basado en una demanda interna vigorosa, lo cual significa que sus perspectivas
a corto plazo son positivas incluso si la recuperación de las economías
avanzadas continúa siendo lenta.
El FMI hizo el
estimativo de que el PIB para América Latina tendría un crecimiento promedio
del 5,7 % en el 2010 y algunos países registrarían un crecimiento por encima
del 7 %. Estamos a la espera de la publicación de la cifra definitiva.
América Latina ha comenzado
a ser observada como una región con un enorme potencial y una demanda
creciente. Deja de lado así su imagen de hermanita pobre, de “patio trasero”, de
banana republic –como peyorativamente
acostumbraban denominarnos los presidentes norteamericanos– siempre en crisis, ese
rincón del planeta sin democracias, patria de dictadorzuelos corruptos, países en
default de todas las deudas, ambiente
de miseria, desocupación, exclusión y atraso. El mundo desarrollado nos está
mirando ahora como el rincón del planeta que no sucumbió a la terrible crisis global
del 2008-2009, como sí ocurrió en la década del treinta. Estoy seguro de que este
crecimiento redundará en beneficio de los estratos menos favorecidos y Colombia
continuará pagando por muchos años su deuda social.
El periódico El Tiempo, en su edición del 11 de
febrero de 2011, publicó una columna de Michael Shifter, presidente del Diálogo
Interamericano, en la que reconoce que “los niveles de desigualdad –el eterno
talón de Aquiles de América Latina– siguen siendo inaceptablemente altos”,
concepción que comparto plenamente; sin embargo, añade que “la capacidad de
América Latina de resistir a la crisis refleja avances en gerencia económica y
diseño de políticas de los que Washington haría bien en aprender”.
En este mismo
sentido, José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, comparte la
afirmación de que estamos en la década de América Latina y conceptúa, con
optimismo moderado, lo siguiente: “Es temprano para decirlo, pero estamos en
una situación que no soñábamos cinco años atrás cuando se decía que nos
estábamos quedando retrasados. Me alegra que se sea tan optimista, pero
persisten los problemas”.
Ustedes, mis
estimados graduandos, van a ingresar al mercado de trabajo en un mundo
globalizado. El planeta ya no es una figura de la astronomía. La Tierra es el
territorio que nos relaciona y nos remolca a todos, lo cual no nos sorprende y
si bien nos alegra, como es natural también nos atemoriza.
En los momentos
actuales se ha producido una ruptura contundente en los modos de sentir,
actuar, pensar y fabular. Nuestras convicciones y visiones acerca del cosmos se
estremecen. El mundo ya no es exclusivamente un conjunto de naciones, territorios
o de estados naciones ni los individuos somos el centro del mundo.
Las naciones y los
individuos siguen estando presentes y siguen siendo reales, pero han sido absorbidos
por las configuraciones y efectos de la globalización, configurando así lo que el
filósofo y educador canadiense Marshall McLuhan ha dado en llamar aldea global,
aunque también en las ciencias sociales se utilicen metáforas como primera
revolución mundial, tercera ola, sociedad informática y sociedad amébica. Esta
nueva circunstancia conmueve nuestras vidas y también nuestros modos de pensar,
de relacionarnos, de actuar, de pensar e incluso de amar.
A este propósito y
con motivo de la celebración el 14 de febrero del día de San Valentín, el noticiero CNN en español del
10 de febrero informaba que, según las empresas medidoras de las actividades de
los norteamericanos en la internet, más de cuarenta millones de estadounidenses
buscan pareja a través de portales especializados en el tema. Cifras como estas
nos indican fríamente que las fiestas y otras reuniones sociales ya no son el
lugar privilegiado para encontrar el amor.
El concepto de aldea
global ya referido, nos sugiere que finalmente se ha formado la comunidad
mundial concretada en las realizaciones y en las posibilidades de comunicación,
información y fabulación abiertas por la electrónica. Nos indica que están en
curso la armonización y homogeneización progresivas, al mismo tiempo que se
hace más evidente y necesaria la conciencia particular y local. Algunos han
definido esta contradicción como la oposición de lo real a lo virtual. El
debate está abierto.
No nos cabe duda de que
la organización, el funcionamiento y el cambio de la vida social son fruto de
la técnica y en particular de la electrónica. En esta aldea global, además de
las mercancías tradicionales, se fabrica y vende información como un artículo
más. Hoy en día se invaden los mercados extranjeros con paquetes de
información, entretenimiento e ideas y esta es la razón por la cual ante la
instantaneidad de los nuevos medios de imagen y sonido hasta el periódico escrito
que leemos cada mañana con el café se hace lento.
Las tecnologías
electrónicas, además de reemplazar la máquina impresora, atraviesan fronteras y
están en línea a cualquier hora y en todas partes. Todo esto parece indicarnos
que el signo por excelencia de la modernización es la comunicación,
materializada en la proliferación y generalización de los medios impresos y
electrónicos de comunicación articulados en tramas multimediáticas que llegan a
todo el mundo.
Un ejemplo fehaciente
de estas alianzas entre la información conseguida en el espacio virtual y los
medios impresos más importantes del mundo es WikiLeaks. Javier Moreno, director del diario El País, de España, dice al respecto en una entrevista que
concediera a la revista Semana, el 11
de febrero de 2011: “Lo que sí estoy cierto es que WikiLeaks nos ha permitido hacer gran periodismo, exactamente el
tipo del que los ciudadanos están más necesitados, toda vez que los gobiernos,
los políticos y otros grupos de poder tratan de ocultar información importante
a los ciudadanos”.
Los medios de
comunicación de masas, potenciados por las tecnologías de la electrónica y la
informática, rompen fronteras y rebasan culturas, idiomas, religiones,
regímenes políticos, diversidades y desigualdades socioeconómicas y jerarquías
sociales.
Como lo reseñara McLuham,
la computadora suprime el pasado humano y lo convierte en presente. Hace que
sea natural y necesario un diálogo entre culturas, pero prescindiendo del
discurso.
La palabra individual
como depósito de información y sentimientos, está cediendo a la gesticulación
macrocósmica. El fenómeno de las redes sociales integradas por millones y
millones de personas de todo el planeta, está ejerciendo una influencia
mayúscula no solo en la comunicación global, el comercio y el intercambio
cultural, sino también en el funcionamiento del Estado y hasta en la vida
política de los pueblos, como lo ha demostrado recientemente el ejemplo de
Egipto.
Es innegable el papel
que jugaron Facebook y Twitter en las movilizaciones masivas en
Egipto para exigir un gobierno democrático y que finalizaron con el
derrocamiento del presidente casi vitalicio Hosni Mubarak. Lo interesante estriba
en que las movilizaciones sociales no se quedaron allí. Facebook y Twitter produjeron
un efecto dominó que ya empezó a afectar a Jordania, Libia, Marruecos, Argelia,
Yemen, Túnez, Bahréin e incluso, Irán. A través de estos medios sociales los
ciudadanos expresan sus aspiraciones democráticas e interactúan con otros que
sienten lo mismo. Como pueden ver, ya no hay fronteras ni límites a la
posibilidad de expresar las propias convicciones políticas ni son buenos
tiempos para mandatarios autócratas.
Es patente que estamos
viviendo un nuevo paradigma en las ciencias sociales que implica giros
copernicanos en las costumbres sociales, en la familia, en los valores y en los
principios morales vigentes. De manera paulatina y continua, la justicia y la
manera de aplicarla ha absorbido esos cambios y tiende sin duda hacia una
cultura del respeto, de la aceptación de las diferencias y de la protección de
los derechos humanos, particularmente de los excluidos, de los débiles y menos
favorecidos. De la cultura del litigio y el conflicto se está pasando a la cultura
del consenso, el diálogo y la conciliación. El derecho enfoca ahora su atención
hacia aspectos tan esenciales como la protección de la biodiversidad, del medio
ambiente, de la ecología y de las minorías. Se marcha hacia el derecho penal
internacional y ya hay acuerdo en que determinados delitos pueden ser
perseguidos y castigados por cualquier país. El ejemplo bien conocido son todos
aquellos delitos denominados de lesa humanidad, como la desaparición forzosa de
personas y la tortura.
En ese marco
histórico, nuestra casa de estudios ha adoptado calurosamente para sí los
objetivos con los que se cerró el Segundo Encuentro de Rectores Universia, llevado a cabo en Guadalajara,
México, que proponen para las casas de alta enseñanza “una Universidad que
tenga un papel estratégico en la sociedad del conocimiento y sirva como
instrumento de transformación y progreso, de desarrollo, de igualdad de
oportunidades y movilidad social”.
Como lo manifestara
el rector de la Universidad de Cantabria, estamos persuadidos de que el activo
más valioso es el conocimiento. En un orbe globalizado y competitivo en el que
ya no existen fronteras y la búsqueda de la excelencia adquiere notable
significación, el conocimiento es también poder. Y ese poder debe contribuir al
progreso y al desarrollo de nuestras comunidades.
Esta tarde un número
importante de graduados reciben sus títulos y comienzan sus respectivas
carreras profesionales. Por tal razón este marco es la ocasión propicia para
reflexionar acerca de la clase de profesionales que hemos preparado y lo que
esperamos de ellos.
- Hemos
educado a personas para ser protagonistas y dirigentes de una sociedad en pleno
cambio, en un país que busca su pacificación y el cumplimiento de su destino
venturoso en un mundo cada vez más interconectado.
- Hemos
formado a hombres y mujeres comprometidos con valores humanos que han de guiar
su conducta en procura de un país mejor, integrado, inclusivo, respetuoso de la
ley y de los derechos humanos; un país de hermanos en busca de su
reconciliación.
- Hemos
orientado a nuestros estudiantes en el amor al prójimo, en la aceptación de las
diferencias, en el diálogo y en la solución pacífica de los conflictos.
- Hemos
buscado inspirar en ellos objetivos superiores que vayan más allá de la
materialidad inmediata. Hemos educado intelectos al mismo tiempo que corazones;
hemos cumplido con los fines de la educación universitaria y al mismo tiempo
hemos intentado formar mejores ciudadanos y mejores personas.
En este sentido nos
plegamos al pensar de John Ruskin, de que “la meta final de
la verdadera educación es no solo hacer que la gente haga lo que es correcto,
sino que disfrute haciéndolo; no solo formar personas trabajadoras, sino personas
que amen el trabajo; no solo individuos con conocimientos, sino con amor al
conocimiento; no solo seres puros, sino con amor a la pureza; no solo personas
justas, sino con hambre y sed de justicia”.
Una sociedad progresa
y no sucumbe cuando permite a cada persona “hacer” por su país, al tiempo que
busca su realización personal. Sin embargo, para construir ese país que todos
soñamos no basta con tener un número notable de licenciados, diplomados y
doctorados. Por encima de lo numérico están los valores, la clase de hombres y
mujeres que ingresan al mercado de trabajo, sus ambiciones y deseos, sus
vocaciones y principios, sus acciones y vocaciones; y, por supuesto, la calidad
y pertinencia de sus conocimientos.
En relación con estos
últimos aspectos que he enumerado, estoy convencido de que nuestra Universidad San
Buenaventura Cali ha cumplido con su tarea. Señores padres de familia y
parientes que nos acompañan: le entregamos a ustedes y a la sociedad colombiana
nuevos profesionales de altísima calidad. Los formamos con el corazón, por eso
hoy los dejamos ir henchidos de orgullo por la satisfacción de la labor
cumplida.
Buen viento y buena
mar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario