La ética humanista en la época actual



Los hombres no han podido hallar normas éticas sencillamente como soluciones fijas venidas del cielo y tampoco han podido deducirlas de una supuesta naturaleza inmutable del hombre. Ha sido más bien sobre la tierra, en la que la vida humana fue configurándose religiosamente a través de milenios, donde, a base de numerosas y a veces horribles experiencias, el hombre hubo de encontrar, experimentar y comprobar determinadas reglas de comportamiento y convivencia […] Dondequiera que –en defensa de la vida, el matrimonio, la propiedad– surgieran necesidades y problemas urgentes, se imponían con el tiempo en el comportamiento humano orientaciones de la actuación, prioridades, convenciones, leyes, costumbres y, en definitiva, normas.

Hans Küng (1999. p. 93)

De todos es conocido como desde la Segunda Guerra Mundial y los primeros años de la Guerra Fría, la humanidad no atravesaba como hoy por tanta incertidumbre. No me voy a detener en cada uno de los problemas sociales, económicos, culturales y ambientales que lo explican, puesto que no habría tiempo suficiente para exponer cada unos de ellos; no obstante, es esta incertidumbre la que alienta las reflexiones que a continuación quiero compartir con ustedes, mis queridos graduandos.

En momentos de crisis, la sociedad está en la obligación de recurrir a lo mejor de sus principios éticos y morales, de ahí que durante las charlas que sostendré con los representantes de lo mejor de nuestra comunidad bonaventuriana, ustedes, los egresados –que a pesar de las vicisitudes lograron culminar sus estudios de manera satisfactoria–, reflexionaré sobre la ética, que considero fundamental para hacerle frente a la incertidumbre; particularmente, la relacionada con la moral y los principios éticos, tanto en el campo nacional como en el escenario internacional. Unos principios que hoy al parecer están en entredicho o por lo menos relativizados ¿Pero qué entendemos por ética en un mundo globalizado y de relativización de los valores? Es esta la pregunta que guiará mis reflexiones.

A modo de ilustración es adecuado recordar que el origen etimológico de la ética lo encontramos en la expresión êthikos, en griego, y que derivó al latín como ethĭcus, una palabra que hace referencia a las costumbres y a la moral de los pueblos; es decir, se acerca a otra expresión que en griego tiene un significado similar, ethos, que significa costumbre y que al traducirse al latín se define como mos, un expresión utilizada para referirse a la moral. De todos modos en la actualidad la ética está relacionada con el estudio filosófico de las costumbres morales. La moral es, pues, un conjunto de normas de comportamiento y la ética es la forma como cada persona las asume. La ética se encarga de estudiar qué se entiende por lo moral, cuál es su doctrina, su filosofía, cómo se crea y racionaliza en un sistema moral y de qué manera se asume, individual o colectivamente. En la cotidianidad de las personas la ética tiene por objeto reflexionar sobre lo moral y busca comprender cuáles son las razones que evidencian la utilización de los sistemas morales.

Una primera conclusión derivada de esta conceptualización es que al parecer existen varios sistemas morales. Aquí surge una pregunta: ¿cómo hacer para que en épocas de globalización estos sistemas coincidan o por lo menos se encuentre dialógicamente? Vale recordar que autores como Hans Küng (actualmente uno de los principales teólogos del mundo) y Enrique Dussel (uno de los filósofos más representativos del pensamiento latinoamericano) ya dejaron planteada esta pregunta a finales de siglo pasado. Hans Küng, en su libro Una ética mundial para la economía y la política (1997), y del cual extraje el epígrafe que da comienzo a estas palabras. Y Enrique Dussel en su Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión (1998). Más recientemente lo explicita en los escenarios posmodernos Zygmut Bauman en su Ética posmoderna (2005).

En esta ocasión me centraré en Hans Küng, quien al plantearnos una ética global, en el contexto del “Choque de las civilizaciones y las religiones”, afirma que no se puede imponer una cultura sobre otra –en este caso uno u otro sistema moral–, sino poner en práctica más bien los mínimos necesarios de valores humanos, de criterios y actitudes fundamentales, que nos lleven a la construcción de una ética mundial, definida por Küng como: “[…] el consenso básico con respecto a valores vinculantes, criterios irrevocables y actitudes fundamentales […]”, reafirmados por todas las culturas, no obstante, sus diferencias.[1] Ante esta propuesta, Küng es claro en señalar que actualmente existen tres posiciones lideradas por los filósofos:

1.     No es posible ejercer estos mínimos necesarios de carácter global pues en la práctica pesan más los intereses regionales de las culturas y las naciones.

2.     Una ética posmoderna, que reconoce el pluralismo y está fundamentada en una verdad y una justicia relativas, y defiende la tolerancia frente al otro, pero que en la práctica termina por no importarle.

3.     En la tercera alternativa, los filósofos, con los que se identifica Küng, prefieren preguntarse: “[…] si no puede existir entre los hombres de diferente nación, cultura y religión una coincidencia que valga la pena poner de relieve, algo semejante a estándares éticos universales”.[2]

Frente a esta última postura –que es la que me interesa destacar de Küng– es claro que a pesar de las diferencias culturales y sociales, todas estas expresiones están lideradas por seres humanos que se comunican globalmente. Y entiende los estándares éticos como modelos universales que se pueden seguir o aprehender. Ello no quiere decir que su propuesta apunte a imponer una especie de religión universal, que nos lleve a cierto imperialismo cultural. A propósito, en la historia hay millones de ejemplos que demuestran suficientemente como los colonialismos culturales acabaron con las culturas locales. No. La invitación de Küng apunta en otro sentido. Parte del hecho de que en todas las culturas hay un llamado constante de respeto a la condición humana. A modo de ejemplo menciona a las grandes religiones: el confucionismo, el judaísmo, el catolicismo, el islamismo, el jainismo, el budismo y el hinduismo. Ciertamente, la regla de oro de la humanidad las determina y orienta; les da su sentido y razón de ser. A esta actitud de respeto a la humanidad, Küng antepone una defensa de una justicia que esté amparada en la verdad.

La búsqueda de imperativos éticos hace que Küng también los anteponga a los deberes. Para ello explica que no todos los deberes derivan del derecho, como lo creían la mayoría de los iusnaturalistas desde el siglo XVI. Un ejemplo en este sentido es la libertad de prensa, la cual debe ser protegida por el Estado, por lo cual este y los ciudadanos están obligados a respetarla. No obstante, en este derecho no se explícita el deber del periodista de informar objetivamente la verdad, sin manipulaciones ni deformaciones. Continúa con dos ejemplos en los que ocurre la misma situación: el derecho a la propiedad privada y la libertad de conciencia. Con estos ejemplos concluye que “[…] los derechos implican ciertos deberes, los deberes éticos. Pero no todos los deberes son consecuencia de derechos. Existen también deberes éticos originarios […].[3] En esta premisa quisiera insistir por medio de un ejemplo de mi cosecha: el Estado no puede obligarnos a amar al otro, pero el ciudadano sí está en el deber ético de amar al otro como consecuencia de su convicción personal.

Aún más, los deberes éticos están por encima del respeto de los derechos humanos, pues los Estados no pueden vigilar la convicción, la actitud ética para respetarlos. Las normas y las leyes no son suficientes, se requiere una actitud primigenia. Un ejemplo que ilustra esta situación es el trato dado por parte de los soldados estadounidenses a los prisioneros en Guantánamo, que pesar de la existencia de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario no tuvieron ningún reparo moral en irrespetar a sus prisioneros. En palabras de Hans Küng:

De los solos derechos humanos, por fundamentales que sean para el hombre, no pueden derivarse ninguna ética global de la humanidad extensible a los deberes prejurídicos del hombre. Previamente a toda fijación jurídica y a la legislación del Estado, existe la autonomía moral y la responsabilidad consciente de la persona, a la que no sólo se hallan ligados derechos, sino también deberes fundamentales.[4]

Siguiendo esta lógica se puede afirmar que la corrupción demuestra una total ausencia de una actitud ética. Quid leges sine moribus. De qué sirven las leyes sino hay un sentido moral. El derecho requiere un fundamento moral. En este sentido una ética mundial requiere tener en cuenta que:

-     Esta no puede imponerse con leyes y tratados internacionales.

-     El respeto a los derechos humanos requiere una actitud primigenia donde se equilibren los derechos con los deberes.

-     Para que exista un orden mundial se requiere convicciones éticas universales.

Insisto, esta ética a la cual se refiere Küng no puede ser entendida como la imposición de un programa o una determinada doctrina filosófica, sino más bien una actitud fundamental basada en convicciones éticas que surgen en lo individual y se recrean en lo colectivo.

[…] La ética se refiere a un consenso básico relativo a determinados valores vinculantes, a criterios irrenunciables y actitudes personales básicas, sin las cuales cualquier comunidad termina, más pronto o más tarde, amenazada por situaciones anárquicas o por nuevas dictaduras”.[5]

En otras palabras, la ausencia de una actitud ética trae como consecuencia para la sociedad una anomía social que puede conllevarla a su desaparición o a una guerra interminable entre facciones que luchan a muerte por imponer su verdad.

En suma, son ustedes, en cada una de sus profesiones, los que están en la obligación ética de defender sus principios primigenios. Para volver al epígrafe que da inicio a esta reflexión, la persona humana está en la capacidad de encontrar respuesta a sus dilemas morales, aunque por momentos todo indique que nada es posible, que no hay futuro, que la sociedad en la que vivimos no es viable.

Santiago de Cali, 25 de febrero de 2012
Fray Álvaro Cepeda van Houten
Rector


[1].     Hans küng (1999). Una ética mundial para la economía y la política. Barcelona: Trotta. p. 105.
[2].     Ibid. p. 106.
[3].     Ibid. p. 114.
[4].     Ibid. p. 115.
[5].     Ibid. p. 117.

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