Condecoración a Juan Carlos Henao


Saludo a invitados y asistentes

Como anécdota, quiero compartir con este distinguido grupo de juristas que nos acompaña esta noche algo que pensaba el domingo por la tarde, después de leer en el diario El Espectador un recuadro que traía un elenco de los grandes escándalos que sacuden al país.

Leía sobre los escándalos de la DNE, los recobros en la salud, Agro Ingreso Seguro, las contrataciones, las chuzadas, el DAS, la Dian. Entonces me preguntaba, bueno ¿son delitos o son escándalos? O ¿se trata de otro eufemismo pernicioso de los medios de comunicación? Porque si son escándalos, entonces ¿para qué magistrados, para qué jueces, para qué abogados? A quién verdaderamente necesita este país para solucionar todos sus escándalos es a la “Negra Candela”.

Romper el hielo
Esta noche nos convocan dos acontecimientos muy importantes para nuestra Universidad de San Buenaventura y, de modo particular, para nuestra Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Por una parte, la celebración de los 20 años de la Constitución Nacional y, por otra, el sentido homenaje que queremos hacer como académicos y como caleños a nuestro estimado magistrado Juan Carlos Henao Pérez, hoy presidente de la Corte Constitucional.

De los estudios, cargos y producción académica del doctor Henao, muy conocidos por cierto, ya se hablará en el momento de la lectura de su semblanza. Más bien yo quiero expresarle doctor, en nombre de toda la comunidad bonaventuriana, la alegría que nos produce tenerlo aquí esta noche y que haya aceptado recibir de nuestra Universidad la más humilde las todas las condecoraciones: la Cruz Tau.

Y no porque usted no se merezca algo mejor, porque bien merecido que lo tiene, sino por el espíritu que acompaña este signo y el significado que tiene para nosotros los franciscanos.

San Francisco de Asís, el maestro de la sencillez y la pobreza, escogió la Tau como rúbrica personal y señal de bendición. La escogió por ser la última letra del alfabeto hebreo, signo evidente de su humildad y, por supuesto, por su semejanza con la Cruz.

Hoy nosotros expresamos con la Tau lo más digno que tenemos y como un llamado permanente a nuestra vocación de servicio.

Es por eso un honor para nosotros bonaventurianos poder posar en su pecho, doctor Henao, un signo sagrado que le recordará desde el silencio la vocación de servicio que usted ha jurado.

Sobre la Constitución de 1991 no haré ningún aporte académico… mal haría, ya que aquí están los expertos, sino algo más personal, vivencial, si se quiere.

El ambiente que se respiraba y las expectativas que se creaban en torno a la tarea que adelantaba la Constituyente me hicieron recordar una experiencia similar que viví en la primera mitad de los años sesenta. Era el Concilio Vaticano II y yo estudiaba en un colegio católico. Había fotos del papa Juan XXIII por todas partes y los frailes franciscanos nos hablaban de algo muy importante que estaba sucediendo en Roma. Recuerdo que mi maestro, el padre Hugo Romero, nos decía con insistencia que la Iglesia se estaba abriendo a la modernidad, al siglo XX.

En ese momento yo era un niño, y por supuesto no entendía la trascendencia de esas palabras, pero con los años he tenido la oportunidad de leer y releer las palabras de Juan XXIII:

“Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior”.

Para mí esa fue la tarea de la Constituyente y de su resultado final, la Constitución de 1991. Fue abrir el país, sus instituciones políticas y la sociedad a un mundo que había cambiado, que exigía nuevas respuestas a nuevos desafíos. Los resultados están allí, en esa maravillosa hoja de ruta que todos, no solo la Corte Constitucional, debemos proteger. Gracias a ella nos hicimos contemporáneos con otras sociedades que ya nos llevaban la delantera. Esa Constitución que supimos conseguir, no es ni debe ser una hoja de papel, usando la terminología acuñada por Ferdinand Lasalle: sino que es y debe ser la expresión de un consenso sobre el país que queremos tener, sobre la sociedad a la que aspiramos, en la que primen la justicia, la equidad, la igualdad ante la ley, la inclusión, el bienestar común, la seguridad jurídica, el respeto de los derechos humanos, el Estado de derecho y todos los principios que sustentan a una verdadera democracia. Porque solo con una verdadera democracia será posible reconstruir la paz que tanto necesita nuestro pueblo. Es indudablememte un preciado tesoro.

No quiero terminar sin antes agradecer al equipo organizador de este significativo evento, de manera especial al doctor Andres Santamaría, defensor del Pueblo; a la doctora Ximena Hoyos Lago, presidenta ejecutiva de la Unidad de Acción Vallecaucana; al doctor Lelio Fernández, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Icesi, y, desde luego, al doctor Nicolás Orejuela Botero, decano de nuestra Facultad de Derecho y Ciencias Políticas.

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