El Perfil del Egresado Bonaventuriano



Paz y bien

Hoy, como ya es tradición, nuestra Universidad de San Buenaventura entrega a la sociedad de Cali y del país nuevos profesionales de pregrado y posgrado, en quienes el carisma franciscano ha dejado una huella: pensar más allá de lo profesional y entender que cada acción tiene consecuencias para el individuo, la sociedad y el planeta.

Sí, respetados graduandos. En ustedes reside la responsabilidad de promover el cambio, de transformar la patria, de hacer de sus propias vidas un ejemplo de honestidad, ética, bienestar y de lucha por la paz. Colombia y el mundo siguen necesitando gente de bien, ciudadanos comprometidos con el bienestar general y el triunfo de los valores morales y democráticos. Patriotas sin armas ni diatribas de odio, hombres y mujeres cabales comprometidos con su tiempo y sus ideas. Son muchas las cosas que podría decirles; no obstante, me gustaría que en este día y para el resto de la existencia guardaran en su memoria estos tres aspectos:

Primero: ustedes son corresponsables del desarrollo del país, un desarrollo en el que la igualdad, la tolerancia, el respeto, la solidaridad, la reconciliación, la vigencia del derecho y de las instituciones, los valores morales y el ideal concreto de justicia estén presentes.

Segundo: ustedes son corresponsables de la paz de nuestra patria, una paz sembrada de odios e intolerancias, de muertes y violencias, una paz que nos ha sido esquiva pero que es posible. Nunca olviden eso: la paz, es posible. Tan posible como necesaria; tan difícil como merecida por nuestra gente. Les pido hoy que cada uno se pregunte: ¿qué puedo hacer por la paz? ¿Cómo puedo contribuir a ese ideal de pacificación indispensable para nuestra querida patria? Ningún esfuerzo es poco. Pensemos en el mar inmenso y vislumbremos cómo está constituido por pequeñas gotas de agua. Asimismo, todos y cada uno de los aportes que podamos hacer serán útiles por más humildes que fueren y cuando hablo de contribuir a la paz, hablo de cosas que van más allá de la mera ausencia de violencia o de agresión armada. Hablo del amor; hablo de la solidaridad; hablo del diálogo, del respeto a las diferencias; hablo de los valores de la caridad hacia el prójimo que sufre; hablo de inclusión; hablo de alimento; hablo de educación, de salud, de igualdad de oportunidades y de respeto por la sagrada dignidad de todos los hombres.

Tercero: sus acciones deben ser siempre honestas, claras, éticas y morales, principios que no se negocian. Nuestra Universidad los ha formado para que sean profesionales y ciudadanos íntegros que privilegien la decencia y la integridad en sus acciones a fin de que contribuyan a un mejoramiento continuo de las prácticas sociales de nuestra colectividad. Ser un graduado de la San Buenaventura no es solo obtener el derecho a ejercer una carrera profesional; es también un deber de ética, de dignidad y un compromiso con los valores cristianos de amor al prójimo y de sujeción a las normas morales, éticas y jurídicas.

Por otra parte, deseo aprovechar este, mi primer grupo de graduandos del 2009, para anotar varias cosas respecto a la nueva universidad que estamos forjando. Se avecinan –y lo he sentido así desde que llegué a esta ciudad– vientos de cambio en la San Buenaventura que se deben aprovechar para recuperar logros del pasado a través del reconocimiento del trabajo honesto de innumerables personas que siempre han creído en este proyecto formativo. Pero a la vez, dejando a un lado los errores sin olvidarlos, pues de hacerlo no aprenderíamos de ellos. En este sentido, es de importancia capital entender que somos testigos del nacimiento de una nueva San Buenaventura que afronta incontables retos materializados en necesidades que la sociedad reclama a nuestra Universidad y que implican un cambio gradual en nuestra cultura institucional. Estos son algunos de ellos:

La transformación socioeconómica del país implica hacer investigación de alto nivel, razón por la cual esta tarea es asunto prioritario para la Universidad. No es un secreto que cada día Colombia y el mundo demandan científicos e investigadores que indaguen acerca de las problemáticas más acuciantes de la comunidad social y planteen soluciones que conduzcan al desarrollo de la nación De ahí que la Universidad de San Buenaventura tome como una de sus prioridades liderar investigativos durante la formación de los estudiantes, pero también incentivar estos desarrollos en los profesores-investigadores. Debemos privilegiar una investigación, eso sí, responsable y comprometida con el progreso del país, pero que al mismo tiempo considere lo ecológico, lo ético y lo moral como constitutivo de la investigación misma. La pasión por la exploración es algo connatural al ser humano y por lo mismo debe sentirse en nuestra alma máter. De hecho son innegables algunos avances, pero debemos mejorar. Promover la investigación productiva es el gran desafío.

Otro elemento de importancia capital es la flexibilización. Si no se entienden los programas de esta manera, en los cuales la circulación libre del saber sea la herramienta básica de formación, estaríamos condenados a permanecer encerrados en los feudos aislados de la rigidez. Comprender este asunto implica una reforma curricular en la que los saberes disciplinares se abran a diversos horizontes filosóficos, epistemológicos, éticos, políticos, didácticos y pedagógicos, acordes con los retos unas sociedades que como la nuestra, transitan entre lo local y lo global. Flexibilizar implica posibilitar el diálogo entre los muchos campos del saber, tanto en la malla curricular como en el ejercicio investigativo y en general en todas la tares inherentes a la universidad.

Un tercer reto es el de la transdisciplinariedad y la interdisciplinariedad. La transformación de la universidad precisa abordar el conocimiento a partir del diálogo de saberes y disciplinas. Hoy no basta con saber mucho; es indispensable cooperar con otras formas de conocimiento a fin de ampliar nuestra visión y poder contemplar con un amplio acervo los diversos aspectos de la realidad. Nuestras futuras generaciones no pueden continuar formándose sin comprender activamente que la cooperación y el trabajo en equipo es vital. Hoy en día los investigadores no pueden concebirse como entes aislados que se encierran durante años a producir conocimiento. Nuestro mundo necesita grupos de personas que desde diferentes disciplinas aporten a la solución de los problemas reales del contexto. Este diálogo es tarea de todos: maestros-investigadores, estudiantes, administrativos y autoridadades universitarias e implica reconocer que el conocimiento que genera un campo diferente al propio es válido y merece ser escuchado para, en conjunto, encontrar salidas a las problemáticas sociales y científicas.

No obstante, es primordial también tener en cuenta otros puntos como la internacionalización, la necesidad del bilingüismo (tanto para estudiantes como para maestros), la importancia de la producción académica y su consecuente publicación, la pertinencia social de la universidad, la relación con el sector empresarial y la transferencia del conocimiento, entre otros. A ellos no me referiré en este momento, pero que deben retomarse para una discusión académica posterior.
Deseo terminar estas palabras haciendo hincapié en que es necesario fortalecer el carisma franciscano que ha nutrido desde siempre a nuestra Universidad. No se trata simplemente de aumentar la frecuencia de las eucaristías o de volvernos expertos en los símbolos franciscanos o de hacer del día de San Francisco algo más significativo. Eso es importante, qué duda cabe; pero más que eso, se trata de recobrar esa pasión por el conocimiento que siempre ocupó un lugar de privilegio en el ideal franciscano. Es retornar a la honestidad y la transparencia propia del cristianismo que considera que los valores están por encima de ofertas dudosas. Se trata, en última instancia, de recobrar la confianza en el ser humano, en una Colombia que está desesperanzada y en ese sentido, es vital que como bonaventurianos confiemos en que el ser humano puede proponer valores en los que el otro sea importante; en los que la justicia y la paz sean la fuente de transformación. Implica creer que es posible mejorar la vida en el planeta, que es posible la paz, la justicia. En fin, que nuestro mundo puede ser más humano. Ese es el sentido franciscano de la vida que debe mostrarse en cada acción que realicemos, especialmente en una universidad como la San Buenaventura.

Para cerrar este punto, deseo citar lo que se afirma en la declaración final de la reciente Conferencia Regional de Educación Superior (CRES), celebrada en Cartagena de Indias en junio de 2008 y que resulta armónico con el espíritu franciscano: “Reivindicamos el carácter humanista de la educación superior, en función del cual ella debe estar orientada a la formación integral de personas, ciudadanos y profesionales, capaces de abordar con responsabilidad ética, social y ambiental los múltiples retos implicados en el desarrollo endógeno y la integración de nuestros países y participar activa, crítica y constructivamente en la sociedad”.[1]

Mis estimados graduandos, frente a ustedes se abre a partir de hoy un universo de responsabilidades, un cúmulo de sueños, una oferta de opciones. Ustedes son parte de una minoría que en Colombia puede acceder a la educación superior y culminarla de manera exitosa. Anhelo de todo corazón, que su paso por este espacio franciscano les haya dejado muchas cosas buenas; pero sobre todo, que su sentido de la honestidad y del compromiso con el bienestar general y el desarrollo del país y la conservación del planeta estén siempre en cada acción de sus ámbitos profesionales, familiares y personales.

Que el Dios de la paz, el hermano de Asís y el sabio Buenaventura les permitan alcanzar sus sueños.

Muchas gracias.



[1].     CRES. Declaración de la Conferencia Regional de Educación Superior en América Latina y el Caribe, 2008. Disponible en http://www.oei.es/salactsi/cres.htm (Documento recuperado el 7 de enero de 2009).

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