Testimonio de una investigación innovadora



Para la comunidad bonaventuriana es motivo de alegría y celebración dar a conocer los resultados de las investigaciones adelantadas por un cuerpo de profesores comprometidos con su labor docente e investigativa. Este logro es el resultado del continuo interés por seguir posicionando académica e intelectualmente nuestra alma máter en la región del Valle del Cauca, en un diálogo con la nación y lo global.

Ahora bien, la diversidad, la originalidad y la innovación de las publicaciones que en esta ocasión se presentan son el mejor testimonio del esfuerzo intelectual de los profesores bonaventurianos y, a la vez, son una invitación a continuar apostándole a una academia identificada con el pensamiento crítico y humanista.

Ciertamente, en una lectura transversal, y si se quiere un tanto desprevenida, de los textos que hoy se presentan encuentro que la diversidad y la pluralidad de las investigaciones reflejan efectivamente que la Universidad de San Buenaventura Cali es fiel a sus principios franciscanos: amor por la naturaleza, respeto por la diferencia y compromiso con el pensamiento científico, crítico y humanista.

Hoy, en este grato, simbólico y necesario rito de presentación, considero oportuno hacer unas breves referencias a una de nuestras tradiciones más queridas y luminarias: Guillermo de Ockham y su propuesta de hacer del pensamiento científico una ciencia de la sofisticación. Este pionero de la filosofía moderna nos recuerda que para poder comprender la naturaleza, la sociedad y al hombre es una obligación hacerlo por medio del uso de la razón y de la observación juiciosa y rigurosa de los hechos.

Guillermo de Ockham veía en la voluntad del hombre una cualidad fundamental para vislumbrar los designios de la naturaleza, de la sociedad y del espíritu. En efecto, encuentro e intuyo que este llamado está presente en la mayoría de las publicaciones hoy presentadas.

También, en esta mirada de los textos compilados, es evidente que existen unos ejes problemáticos que demuestran la pertinencia, compromiso social y coherencia de nuestra apuesta investigativa. Por ejemplo, y aún a riesgo de dejar por fuera alguna de las temáticas, pero con el ánimo de evidenciar la diversidad y originalidad de las publicaciones, destaco que el estudio del café, el plátano, el cuy y la productividad en el mundo rural, son objeto de la investigación bonaventuriana.

En la ciudad, el desempleo, la informalidad, la ciudadanía, el paisaje arquitectónico, el ordenamiento territorial y las formas de vestir y de consumir, son preocupaciones de los profesores. En el mundo empresarial, la competitividad, la gestión, la innovación tecnológica, el capital humano y el mejoramiento de procesos, de las pequeñas y grandes empresas, también están siendo pensadas en la Universidad.

En el campo de la educación sobresale el análisis de la política pública, de las nuevas formas de entender y asumir la pedagogía y sus impactos cognitivos y pedagógicos; de reconocer y visibilizar las diferentes experiencias a la hora de enfrentarnos a esta magna labor en el aula.

Otros temas que demuestran nuestra amplitud, pluralismo y presencia en todos los campos del saber y de la condición humana, hacen referencia a las subjetividades, al goce, al amor, al misticismo, a la creencia, a la historia, a la memoria, a las identidades y a la deconstrucción de los sujetos; a los avances en el campo de la tecnología y la experimentación científica.

En fin, este glosario investigativo es un testimonio de los peregrinajes por la investigación social, educativa, jurídica, arquitectónica, lúdica, empresarial, tecnológica, política, ética y estética de la comunidad bonaventuriana.

Las anteriores temáticas y problemas de investigación logran ser plasmadas por la comunidad académica en unos textos que requirieron del esfuerzo intelectual de sus autores. Un logro que se convierte en un reto para sofisticar y problematizar aún más lo hecho hasta ahora.

En este camino de pesquisa, de la lectura crítica y humanista, resulta adecuado recordar, una vez más, la invitación de Guillermo de Ockham a expresarnos verbal y gráficamente de forma sencilla. Hoy, más que nunca, este ejemplo es válido en su método y su propuesta de hacer de la ciencia un principio que permita comprender los fenómenos sociales y físicos de forma clara, precisa y sencilla. Lo contrario es mera especulación, en palabras de Ockham.

Finalmente, no sobra reiterarle a todos los bonaventurianos a que lean apasionada y críticamente los libros escritos por sus compañeros. Además, los invito fraternalmente a que reseñen, usen y den a conocer estas publicaciones en sus labores docentes e investigativas. Una invitación dirigida a continuar con nuestra tarea de seguir fortaleciendo la comunidad académica y avanzar en la construcción de una cultura de la investigación

¡Sea, pues, esta invitación nuestro nuevo reto!


Álvaro Cepeda van Houten, OFM

Palabras de Silvio Lerer - diplomado Conciliación


Diplomado en Técnicas de Resolución de Conflictos
Palabras del doctor Silvio Lerer. 05/junio

Queridos amigos: estoy en este momento a más de 5.000 kilómetros de distancia: en un día algo frio y nublado de una ciudad cosmopolita y populosa. Estoy sentado frente a un computador, escuchando una melodía que me trae cierto sosiego en el medio de la jornada de trabajo.

También estoy, gracias a la imaginación, con todos ustedes en ese bello rincón de solidaridad y construcción de la paz que es la Fundación Paz y Bien, que preside la hermana Alba Stella Barreto Caro, allí en el Distrito de Aguablanca, en el sud-oriente de la ciudad de Santiago de Cali, Colombia, donde ese grupo maravilloso de personas, que tuve la alegría de conocer, le ayudan a la hermana, con una generosidad y un amor digno de todos los elogios, a construir un mundo mejor para los que nada tienen.

También estoy con el corazón, en esta ceremonia en la Universidad de San Buenaventura Cali, donde mis queridos amigos de ese Distrito van a recibir del señor Rector y de sus autoridades, sus diplomados en Técnicas de Resolución de Conflictos, que tuve el honor de conducir en su parte presencial. Por eso también estoy cerca de todos ustedes para felicitarlos por el trabajo realizado que hoy se ve coronado con la graduación.

Cuando volví a la Argentina, luego de mi presencia en la amada Colombia, me tomé unos días, pocos, claro, para reflexionar sobre lo que había vivido en esas tres jornadas que compartí con todos ustedes. Me parecía que algunos sentimientos y percepciones me los tenía que guardar, pues el solo contarlo a terceros que no los habían vivido no me hubiera permitido transmitir cabalmente lo que yo había sentido. Aprendí hace mucho que hablar no es lo mismo que transmitir. Hay circunstancias en la vida que por su efecto conmovedor y emocionante no se pueden traducir cabalmente en palabras. El primer día que volví, me senté a escribir unas líneas que sobre esta experiencia debía pronunciar en una Comisión del Colegio Público de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, en la Comisión de Abogados por la Paz y la No Violencia, que integro, y me encontré con la página en blanco frente a mis ojos por largos minutos. Y me vino a la memoria una experiencia que tenía borrada.

Hace muchos años trabajaba como abogado de una gran empresa multinacional: hacía poco que me habían transferido a ella, desde otra empresa del mismo grupo y días antes de la transferencia había muerto mi madre, una de las máximas tragedias que vivimos los seres humanos. Mi dolor que aún perdura era inmenso, pero tuve que cumplir con una obligación profesional, que era la de recibir a un abogado norteamericano de mi misma compañía que venía a conocerme. No era un viaje social ni mucho menos. El gran “patrón” quería tener de primera mano, una impresión de quién era ese abogado argentino que manejaría los problemas legales de su afiliada local. Eso me obligó a atender a este colega, y entre otras cosas, ya en el plano social, a llevarlo a ver un espectáculo musical, cuando mi corazón lloraba, cuando aun no se habían secado las últimas lágrimas que derramé.

Cuando tomé más confianza con el abogado norteamericano, le conté lo que me estaba pasando: había perdido a la persona que más había amado en la vida hacía muy poco, y me sentía muy ajeno al espectáculo frívolo que estábamos presenciando. Pero volqué ese dolor en inglés, y sentí que al pasarlo a otro idioma, que no era el mío, mi mensaje se iba desmereciendo, que era imposible traducir y al mismo tiempo traducir el sufrimiento que tenía. No lo dije pero así lo sentí. Hay sentimientos que no se pueden transmitir y si intentamos hacerlo en un lenguaje racional (en este caso el de otro idioma) sentimos que estamos cometiendo una suerte de traición. Disfrazando una tragedia con palabras prestadas.

Hablar de la experiencia de Aguablanca en ese primer instante fue una circunstancia en parte comparable, había muchos sentimientos en juego y ponerlos en palabras, racionalizarlos, como los hace un estudioso, con un discurso técnico y objetivo, aunque fuere en español, era un empeño casi imposible: ¡tanto me había pasado esos días que estuve con ustedes!

Durante algunos años enseñé la materia de los métodos alternativos para la resolución de conflictos, y en particular la mediación y sus técnicas por todos los caminos de mi país, ante públicos muy variados y con un gran entusiasmo. Descubrí que mi voz llegaba a las audiencias, que mis palabras impactaban en la vida de los otros de un modo sorprendente.

Difundía una técnica, convencía, seducía, generaba emociones, trascendía de la tarea docente habitual para introducirme en el alma de públicos numerosos y atentos. Sin embargo, en la privacidad, cuando me quedaba solo en los hoteles, y el eco de los aplausos y las adhesiones se silenciaba, yo sentía que al no practicar la mediación personalmente, al no vivenciar lo que yo difundía, era una suerte de impostor: alguien que enseñaba teorías que no había aplicado aún en la práctica. Malraux había puesto en boca de uno de los personajes de su libro La condición humana una frase que me atormentaba: “las ideas hay que vivirlas”. Cometía, a mi juicio y para mi conciencia, una suerte de estafa intelectual. Era como el médico excedido de peso que te recomienda hacer una dieta para adelgazar.

La primera vez que pude mediar en un conflicto, en el instante en que sentí que podía ayudar a los demás a entender lo que les pasaba y a dar a esa historia que los enfrentaba otro significado que permitiera salir del atolladero del conflicto, me sentí más auténtico, menos teórico, más útil y consecuente con mis pensamientos: en otros términos más cerca del dolor de las personas. Y con ello me sentí más humano. Entonces dije una frase que mis colegas, profesores con muchos años de enseñanza del Derecho tildaron de exagerada: mediar en un conflicto es contribuir con un granito de arena a la paz. Hasta llegué a decir que la mediación como mecanismo de resolución de conflictos no era una alternativa al juicio de los tribunales sino una alternativa a la violencia. Mis colegas dijeron entonces que “esas son tus frases grandilocuentes, eres como un personaje de una ópera, o como se dice en inglés “bigger than life” o sea más grandes que la vida, por lo exagerado.

Muchos años después he confirmado lo que decía. Y precisamente me encuentro abocado al estudio de la violencia, materia inabarcable si la hay, y a su transformación pacífica.

Los participantes de este diplomado venían por el contrario, en su mayoría con una experiencia práctica, invalorable: algunos de enfrentar la problemática, la conflictividad de una niñez y una adolescencia desvalida y vulnerable o la de familias muchas veces disfuncionales atravesadas por la violencia que era interna en el seno no tan privado de sus humildes y reducidas viviendas, y externa por el contexto social y económico que las enmarcaba.

También encontré personas comprometidas con el drama de la vejez desamparada y sus descendencias diezmadas por la violencia y la consecuente expulsión de sus lugares de origen. Asimismo había profesionales de la psicología, el derecho y el trabajo social, con miles de millas de vuelo en la atención de la conflictividad humana. Y como contraste, algunos jóvenes sacerdotes, seminaristas y postulantes al sacerdocio, todos con una vocación por ayudar a los que menos tienen, que a este “viejo guerrero de la paz”, como me considero, le parecieron conmovedores.

Conocer de vuestro trabajo, de las historias que cada uno traía al curso, fue una tarea casi imposible. Yo debía desarrollar un programa y recabar información, compartir experiencias: hacer docencia en grado puro; esto es, enseñar y aprender.

En esas largas jornadas tenía la bella misión de convertir el aprendizaje que ustedes traían en técnicas y hacerlo de un modo lúdico y agradable, y a la vez absorber todo lo que cada uno de los participantes me transmitía. Lo mismo he tenido que hacer leyendo los trabajos de campo que han preparado como parte de la carga horaria del diplomado.

Ustedes me han enseñado mucho, y yo apenas les dejo unas herramientas, unas técnicas, una caja de habilidades para tratar el dolor allí donde sangra, para curar las heridas allí donde duelen, para ayudar a los que nada tienen, para generar un proyecto de vida de menores vulnerables, para contener y encauzar a familias, a mujeres, a ancianos a superar situaciones de oprobio, persecución y violencia. En suma, para devolver a las personas su autoestima, su dignidad y su valor.

El Distrito de Aguablanca y la Fundación Paz y Bien, con la hermana Alba Stella a la cabeza, me dan dado una lección de humildad, me han enseñado que la construcción de la paz pasa por la justicia, por el trabajo, por la defensa de la igualdad de género, por la lucha coherente y dedicada contra tantos factores negativos que generan la violencia. He sentido en carne propia porque lo que ustedes hacen y padecen me llegó profundamente al corazón, lo que significan las fronteras artificiales que se usan para separar y dividir a los seres humanos, la miseria que saca del hombre lo peor pero también los sentimientos más excelsos. He podido entender mejor el significado de la marginación, de la exclusión, la discriminación, las adicciones favorecidas por ese estado de cosas, la delincuencia y la criminalidad exacerbados por una sociedad injusta, profundamente desigual, impiadosa y sorda al clamor de las multitudes desamparadas. Una sociedad de indiferentes. Esa indiferencia que al decir de Aurelio Asteta, es una forma de complicidad.

También he aprendido de ustedes que hay algo más fuerte que todo eso, algo que va mas allá de las fórmulas, las frivolidades y las vanalidades; una forma de amor que no conoce fronteras, que no admite diferencias de color, origen, etnia, género, edad, origen, nacionalidad o estrato social o económico. Ustedes y la hermana Alba Stella al frente, son un ejemplo que la condición humana sabe sobreponerse a las bajezas y a las injusticias de un mundo desigual y egoísta. De cómo la solidaridad de las personas unidas en la obtención de un fin formidable permite construir las bases de un futuro mejor. Ustedes dan testimonio a diario que el amor cura y alimenta, educa y transforma… en suma, que la paz es posible.

Queridos amigos de Aguablanca: felicitaciones por este logro del diplomado, felicitaciones por toda la fuerza y la voluntad, por vuestra calidad como personas que quieren a la gente, por vuestra entrega a la causa más justa y más hermosa del hombre: aquella que unifica la paz con el amor.

Sigan perseverando en el estudio de todo lo aprendido. Aprovechen todas las oportunidades que tengan para perfeccionarse. Continúen la lucha. Sean felices.

A la hermana Alba Stella mis respetos y reconocimientos y mi enorme admiración
A la Universidad de San Buenaventura Cali, al padre Rector, a sus autoridades, a su Departamento de Proyección Social, muchísimas gracias por la oportunidad que me han brindado de estar en Aguablanca.

Los respeta y los quiere.

Doctor Silvio Lerer
Buenos Aires


Palabras de apertura Seminario “Medios, corresponsabilidad y Codigo de la Infancia y la Adolescencia”


Febrero 11 de 2011

Al instalar este evento me gustaría compartir con ustedes la experiencia de la alianza estratégica entre el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Valle, y la Universidad de San Buenaventura Cali en el proceso de implementación del Código de la Infancia y la Adolescencia, que tuvo su inicio en el año 2005.

En estos seis años podemos destacar las siguientes acciones:

1.   Se capacitaron a grupos de agentes educativos institucionales y comunitarios en temas como el conocimiento de instrumentos constitucionales para la protección y defensa de los derechos humanos, construcción de políticas públicas para la infancia y adolescencia, prácticas de control social, diagnóstico situacional, cartografía social, veedurías ciudadanas, direccionamiento e implementación del Código de la Infancia y la Adolescencia, modelo solidario de atención a la familia y condiciones básicas del peritaje profesional, entre otros.

2.   Se realizaron asesorías y acompañamiento técnico para revisar el estado de los diagnósticos sociales en infancia y adolescencia, promoción y fortalecimiento del control social, la evaluación y la rendición pública de cuentas en la prestación del servicio público en la Regional ICBF Valle del Cauca.

3.   Así mismo, se brindó acompañamiento técnico en el diseño, evaluación y seguimiento a las políticas públicas de infancia y adolescencia a nivel municipal, dirigido a los equipos de los centros zonales del ICBF y a los integrantes de los comités de infancia y consejos municipales de política social.

4.   La Universidad desarrolló procesos de interventoría a los programas de protección infantil y acompañamiento a los profesionales de las instituciones mediante diplomados, seminarios y talleres.

Paralelo a estos procesos, la Universidad implementó cursos académicos sobre conocimiento del Código de la Infancia y la Adolescencia en los programas académicos de educación, psicología y derecho. Y ahora cuenta con un programa de Licenciatura en Educación para la Primera Infancia y líneas de investigación asociadas al tema.

El evento que nos convoca el día de hoy forma parte de este proceso de corresponsabilidad institucional, en busca del cumplimiento del objetivo del Código de la Infancia y la Adolescencia, que tiene por finalidad “garantizar a los niños, niñas y adolescentes su pleno y armonioso desarrollo para que crezcan en el seno de la familia y la comunidad, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión, prevaleciendo el reconocimiento a la igualdad y la dignidad humana sin discriminación alguna”.

La investigación en la Universidad de San Buenaventura Cali (Los estudiantes)



Fray Álvaro Cepeda van Houten, OFM

Me gustaría comenzar estas breves palabras evocando a uno de los hermanos franciscanos que mayor renombre ha dado a nuestra comunidad, por su temprano compromiso con el pensamiento científico moderno: Guillermo de Ockham.

En esta ocasión es oportuno recordar a este filósofo que insistía, por medio de su método nominalista, en que la comprensión de los fenómenos naturales sólo es posible hacerla a través de la observación crítica que nos brinda la lente de la razón y experimentar a través de ella para poder intuir el concepto puro, óntico (de la cosa en sí). En este sentido, Guillermo de Ockham vio en la voluntad del hombre la capacidad que se requiere para comprender los designios de la naturaleza. Para ello requirió de todos sus esfuerzos racionales y de la disciplina necesaria que lo convirtieron en uno de los padres del pensamiento moderno.

Hoy más que nunca este ejemplo es válido en su método y su propuesta de hacer de la ciencia un principio que permita comprender los fenómenos sociales y físicos, de forma clara, precisa y sencilla. Lo contrario es mera especulación, en palabras de Ockham. Con esta figura me gustaría recordarles –apreciados estudiantes y profesores– que el espíritu científico humanista recorre por las aulas de esta alma máter y que sólo requiere de nuestra atención y cuidado para que florezca nuevamente con toda su grandeza y le aporte a la sociedad lo mejor de nuestros esfuerzos intelectuales.

Ustedes son un ejemplo de ello; hombres y mujeres comprometidos con el saber de las profesiones que han elegido para su vida. Con este sencillo homenaje, la institución quiere reconocer el esfuerzo y el compromiso del que ustedes han dado prueba, destacándose como los mejores de sus cursos. Más aún, este logro nos estimula a continuar con el interés de seguir creando una cultura de la investigación bonaventuriana, en un momento en que el conocimiento científico atraviesa por una profunda crisis, a pesar de que estamos viviendo, según Castell, en la sociedad del conocimiento. Un momento paradójico porque jamás el hombre en su historia había podido tener a su disposición toda la cantidad de información que hay en las redes globalizadas; pero a la vez pareciera que ante tanta información su pensamiento crítico haya sufrido una sobrecarga que lo ha dejado perplejo y nadando en un sinfín de información que no comprende o a la cual no quiere acceder. Insisto, el logro que hoy celebramos puede potencializarse y muy posiblemente hacer de ustedes unas personas comprometidas con su profesión y el saber que les ofrece esta casa de estudios, la cual sabrá agradecerles sus esfuerzos en el futuro.

Los éxitos obtenidos por su compromiso académico los obliga a continuar esforzándose por lograr mayores resultados. No hay que dormirse en los laureles. “Porque camarón que se duerme…”. Por cierto, hay que continuar con un proceso de formación académica que va más allá de las aulas y del programa curricular.

Para hacer de este bello valle una región cada día más fuerte en términos de desarrollo económico y científico, se requiere que sus gentes, y en particular sus estudiantes, asuman una responsabilidad real con su labor discente. Máxime, si en este momento estamos atravesando por una situación social que demanda del esfuerzo de sus mejores gentes, ustedes, los estudiantes que hoy nos acompañan.

Sea pues esta una oportunidad para invitarlos a que continúen mejorando su formación profesional, más allá del conocimiento que les brindan sus profesores. Para lograrlo, y a riesgo de parecer “un padre demasiado cascarrabias”, quisiera hacerles una invitación dirigida a continuar dando pasos con el objetivo de crear una cultura de la investigación en nuestra institución. Oigan, pues, algunas tácticas básicas para lograrlo:

-     Continúen fortaleciendo su formación por medio de lecturas críticas y que necesariamente no aparecen en sus programas académicos. Redescubran nuestra biblioteca.

-     No olviden cuál es su compromiso como estudiantes: estudiar y ser los mejores.

-     Asuman un hábito de lectura permanente y constante. La perseverancia es la madre de todas las victorias.

-     Pregúntenle a sus profesores más queridos cuál es la otra lectura que no aparece en el programa.

-     Vincúlense a los semilleros de investigación de sus facultades, las sorpresas intelectuales serán gratas.

-     Participen en las investigaciones de sus profesores por medio de preguntas. Desde la perspectiva de ustedes los jóvenes, sus inquietudes contribuyen a hacer más complejos nuestros interrogantes e investigaciones.

Soñemos pues con una universidad posible y comprometida con la investigación y bajo los principios que nos trazó Guillermo de Ockham.

¡Muchas gracias y éxitos en lo que resta de sus estudios!

A los buenos maestros universitarios en los que desafortunadamente casi nunca se piensa a la hora de escoger una universidad



Esta tarde, como lo ha hecho desde hace más de 30 años, la Universidad de San Buenaventura Cali presenta ante la sociedad nuevos profesionales que se han de destacar por sus altas cualidades humanas, como también por su excelente formación profesional que redundará en beneficio de los otros. Ahora bien, y a fin de exaltar la labor de quienes, aparte de ustedes, han posibilitado el que ellos estén aquí ahora, deseo en este momento referirme a los profesores. Esos maestros incansables que con su experiencia e inventiva los han llevado a un lugar privilegiado que comporta un reto y un compromiso: ser profesional en una Colombia habida de humanidad y ciencia (en ese orden).

Una universidad es juzgada, especialmente, por las actuaciones profesionales y éticas de sus egresados, por la capacidad de transferir conocimiento a la sociedad y por sus maestros; en virtud de esto se dice que esta o aquella universidad es buena o mala. De manera similar de un maestro simplemente se dice que es buen maestro o que no lo es. Por ello, cabe preguntarse sobre ¿qué características debe tener hoy un maestro universitario para ser categorizado como buen profesor? Son múltiples y poco sencillas las respuestas a esta pregunta, pero podríamos decir que el compromiso con la investigación y con la extensión es fundamental; no obstante, la agitada carrera competitiva por la productividad académica ha desdeñado un aspecto importante: el ejercicio de la docencia. La investigación es importante, la transferencia de conocimiento también lo es, pero es primordial pensar en el quehacer del profesor en el aula. En torno a ello me referiré brevemente hoy.

Y es que de un profesor se dice, como lo dije antes, que es buen maestro o que no lo es; es inevitable y hasta injusto, pero es así. Si uno lo piensa un poco, parece que cada persona recuerda a los buenos maestros o a aquellos que no lo han sido tanto. Cuando se es estudiante la pregunta es simple: ¿tal persona es buen profesor? y la respuesta es sencilla también: si o no. Esa es la realidad.

Con este marco de referencia y aun cuando algunos de los planteamientos que siguen parecen bastante básicos, me referiré –apoyándome en las investigaciones del profesor norteamericano Ken Bain (2007)– a algunas notas características de lo que hace los buenos profesores universitarios y que se aplican ampliamente también en nuestro contexto colombiano.

1.   Los buenos maestros tiene una percepción particular del como aprendemos los seres humanos, esto implica que comprenden desde diferentes disciplinas la relación enseñanza aprendizaje, no como acumulación conceptual, sino como constitución de pensamiento. Tales profesores son peritos en su disciplina, pero a la vez pueden relacionar sus conocimientos con otros campos del saber. Hacen énfasis especial en el desarrollo del pensamiento crítico, independientemente del horizonte del conocimiento en el que realicen sus prácticas docentes.

2.   Preparan y desarrollan las clases de forma diferente. No se quedan anclados a la tradicional forma del ejercicio docente, innovan constantemente, sin perder su identidad profesional. Crean un entorno de aprendizaje para el desarrollo del pensamiento crítico. Estos profesores organizan sus cursos a partir de preguntas orientadoras que resultan ser un reto para sí mismos, en términos epistemológicos, pedagógicos y didácticos. Y adicionalmente articulan la práctica docente con la investigación.

3.   Estos profesores, de los que estamos hablando, esperan de sus estudiantes algo más allá que la simple repetición de contenido. Confían en ellos y así se lo hacen sentir. No dejan que los estereotipos del como son los estudiantes de tal región o de esta carrera le impidan asumir al estudiante como otro que está allí, y que posee un contexto concreto, un contexto que le hace ser humano. Esto no significa que no sean exigentes, por el contrario, es un maestro que exige, pero lo hace dentro de horizontes razonablemente eficaces, para promover el desarrollo intelectual y el personal.

4.   Tratan a sus estudiantes como personas y no como simples depositarios del conocimiento. Permiten que sean los estudiantes quienes encuentren sus propias rutas, a fin de generar pensamiento crítico. Desarrollan estos profesores una relación de confianza con sus estudiantes, la cual se arraiga fundamentalmente en lo académico y en el buen trato. Esto no hace a los profesores menos exigentes; por el contrario, exigen mucho, especialmente porque creen que los estudiantes pueden dar lo mejor de sí.

5.   Evalúan a sus estudiantes para posibilitar el proceso de aprendizaje. Califican para generar espacios formativos donde el estudiante puede comprender sus progresos y no simplemente dejan que la evaluación sea una expresión de enjuiciamiento. De allí que las actividades evaluativas están cargadas de creatividad didáctica y reflexión pedagógica.

6.   Tales maestros tienen en su ser la capacidad de evaluarse a sí mismos, buscando siempre la opción de crecimiento personal y profesional. Revisan sus maneras de concebir la docencia, el aprendizaje, la investigación, la transferencia de conocimiento y especialmente su rol como profesores, de cara a una sociedad concreta que se debate entre lo local y lo global.

Estos puntos que he mencionado, solo son algunas líneas de reflexión para pensar la labor docente, especialmente porque un buen maestro universitario “profesa una manera de ver el mundo, un compromiso con ese mundo que él considera viable” (Barragán, 2007, p. 96), o lo que es lo mismo, se compromete con un proyecto intelectual personal e institucional por el que está dispuesto a presentar a sus estudiante los mejores horizontes de sentido para asumir la vida y la profesión. Su rol de maestro le lleva a ser exigente consigo mismo y con los otros, sin perder nunca la amabilidad, la justicia y la motivación, al mejor estilo franciscano, donde el hermano, el otro, en fin, la persona, son importantes.

Ser profesor universitario implica, también, que esa exigencia le lleva a estar en continua formación y especialmente a desarrollar proceso investigativos acordes con las necesidades de la región y del mundo, a fin de poder transferir ese conocimiento a la sociedad y generar transformaciones; eso es la extensión universitaria. Ahora bien, de paso aprovecho para invitar a que directivos, decanos y profesores aquí presentes a que pensemos sobre nuestro cuerpo profesoral y sobre cómo hemos garantizado, o no, el que estos nuevos profesionales, aquí presentes, hubiesen tenido auténticos maestros.

Queridos egresados, al terminar este ciclo formativo mi invitación muy especial es a reconocer en sus maestros –aquellos que dejan en este claustro y algunos que ya no están– a esas personas que han asumido un compromiso específico en la vida: formar a otros para el bien de la sociedad.

De seguro que cada uno de ustedes ha identificado, en las notas atrás presentadas, actuaciones de muchos de sus maestros, eso es motivo de regocijo. Regocijo para la Universidad de San Buenaventura por saberse heredera de una larga tradición en la que lo humano y el rigor académico es el centro de la formación y de la creencia; es decir, que se llega a Dios dignificando lo humano. Regocijo por saber que el cuerpo docente que ha encaminado y encaminará procesos formativos, se sabe y actúa conforme a altos ideales de rigor académico, investigación y transferencia de conocimiento; pero sobre todo ideales de comprensión de lo humano a través de la docencia.

Que Francisco de Asís y San Buenaventura iluminen este nuevo caminar que inician como profesionales y que continuamente este claustro universitario sea el lugar donde se encuentren como en casa…. y especialmente donde siempre encuentren y recuerden a sus buenos profesores.

15 de mayo


Bibliografía
Bain, K. (2007). Lo que hacen los mejores profesores universitarios. Valencia, España: P.U.V.
Barragán, D. (2007). “El maestro, la escuela y el sentido. Apuntes hermenéuticos”. En: Revista de la Universidad de la Salle, 44. 94-100. Bogotá, Colombia: Universidad de La Salle.

Política, ética y sociedad



Más allá de los resultados de unas elecciones, la envergadura y complejidad informática de los acontecimientos de una campaña presidencial dejan entrever temas mucho más profundos que atañen a toda la sociedad.

Para contextualizar esta afirmación permítanme comentarles que hace unos meses un amigo me regaló un libro, el cual empecé a leer con un poco de prevención, pues no quería encontrarme con uno de esos tantos textos de superación personal o empresarial que inundan los anaqueles de las librerías. Se trataba del libro El cisne negro, del filósofo y economista libanés Nassim Nicholas Taleb. Sin embargo, el gran respeto que le tengo a la Editorial Paidós promovió mi interés, al menos, por leer la introducción.

Les cuento que me llevé una agradable sorpresa. Allí encontré una frase que me remontó a mis años de fiel discípulo de la hermenéutica de Husserl y me enganchó definitivamente en la lectura del libro. El párrafo dice así:

“La idea central de este libro es nuestra ceguera respecto a lo aleatorio, en particular a las grandes desviaciones: ¿por qué nosotros, científicos o no científicos, personas de alto rango o del montón, tendemos a ver la calderilla y no los billetes? ¿Por qué seguimos centrándonos en las minucias y no en los posibles sucesos grandes e importantes, pese a las evidentes pruebas de lo muchísimo que influyen?”

Lo que dice Taleb es muy cierto. En la mayoría de los casos, como me gusta decirle a mi equipo de trabajo en la Universidad de San Buenaventura, los árboles no nos permiten ver el bosque. Detrás de las noticias del día a día –muy abundantes por cierto– se esconden los verdaderos cambios que se están dando en la historia. Desafortunadamente estos solo los veremos cuando los podamos interpretar con el espejo retrovisor.

Taleb señala dos de esos hechos: los acontecimientos del 11 de septiembre o ataque a las Torres Gemelas y la crisis del 2008.

Y es en relación con esos hechos que el escritor libanés –en manifiesta desconfianza de los medios de comunicación, máximos exponentes del día a día– dejó de leer periódicos para dedicarse a identificar esas rarezas (eso que él llama “los cisnes negros”); es decir, esos hechos que van a marcar un nuevo rumbo de la historia.

En una de sus tesis manifiesta que el acopio de información no es sinónimo de sabiduría y que, por el contrario, la cantidad de datos que acumulamos nos impide ver lo que realmente va a suceder. Esto me recuerda la historia de Funes, el memorioso (1944), un cuento de Jorge Luis Borges, quien tenía muchos datos y una definitiva incapacidad para relacionarlos e interpretarlos.

Bien. De acuerdo con lo planteado por Taleb y la posible relación con los sucesos de la campaña presidencial, intentaré identificar un cisne negro, un hecho que cambiará nuestra historia y que se oculta muy bien detrás de las noticias del día a día. Aspiro, con toda humildad, que este sea mi aporte académico de despedida a ustedes que se gradúan.

Hace unos 15 días, en el programa de Jaime Bayly, pasaron apartes de un video en el que aparece el candidato Juan Manuel Santos, muy piadoso, recibiendo la bendición que en nombre de Dios le hacía el pastor mayor de la Iglesia Misión Carismática Internacional, César Castellanos, quien es el esposo de la pastora Claudia Rodríguez de Castellano, senadora de la república por el partido Cambio Radical.

Días después, con el sabor desleal de la publicidad, que no tiene otro objeto que hacer daño, seguramente surgida de la mente del “publicista” venezolano, J. J. Rendón, se empezó a rumorar por distintos medios que Antanas Mockus no era católico (religión que profesa la mayoría de los colombianos), como si esto fuera un obstáculo insalvable para ser presidente de Colombia.

Más adelante, en el aeropuerto de Barranquilla, leía un artículo de la revista Arcadia, número 55 del mes de mayo de este año, titulado “Y Dios salvó la radio”, allí la periodista Lina Vargas nos ilustra con el siguiente dato: “Tan solo en Bogotá, de las 30 frecuencias que existen en AM. 18 transmiten algún tipo de contenido religiosos casi siempre cristiano”.

También en la revista Semana, del 17 de mayo, aparece un artículo de los ataques del procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez –de conocida filiación al movimiento católico Opus Dei– a la Corte Constitucional por el fallo de 2006 donde aprobaba el aborto en tres casos: 1. Violación; 2. Malformación del feto; 3. Cuando el embarazo pone en peligro la vida de la madre. El procurador Ordóñez siempre ha dicho que no hay relación entre sus convicciones católicas y su lucha contra el aborto, pero en buena parte de la opinión pública colombiana queda la duda. Con esto no quiero decir que esté de acuerdo con el aborto, todo lo contrario, como sacerdote soy un defensor de la vida. Sin embargo, no deja de inquietarme, como académico, la manera como las confesiones religiosas entran a formar parte de las decisiones civiles de nuestro país.

Y apenas el sábado pasado Miguel Ángel Bastenier, escritor y periodista español, titulaba su columna en El Espectador con “La guerra fría de América Latina”. Allí, parafraseando al expresidente Ernesto Samper, afirmaba que “América Latina pasa por una guerra fría de baja intensidad” y que parte de esa guerra de hegemonías se da en el campo religioso. Dice textualmente el señor Bastenier: “De manera más difusa, esta guerra fría presenta un forcejeo entre iglesias. La penetración neo-pentecostalista en México y América Central y de ahí hasta el Cono Sur…”.

Todo esto nos lleva, necesariamente, a hacernos varias preguntas que ubican nuestra reflexión en dos direcciones:

Por un lado, se ubica el tema del retorno de lo religioso-confesional a la conducción de las relaciones sociales y el manejo de lo político. En este sentido cabrían preguntas como: ¿qué pasó con la laicidad de la sociedad que prometió la modernidad? ¿Por qué lo público y, particularmente, lo político ahora se volvió religioso?¿Por qué ahora, en víspera de las elecciones se ha vuelto tan importante que el candidato Santos sea bendecido por una iglesia evangélica y neopentecostal, como la Carismática Internacional, y el candidato Mockus no sea católico? ¿En qué momento se volvió a mezclar la religión y la política?

Es claro, para bien o para mal, que la modernidad perdió su apuesta y el retorno de lo religioso es una de las características innegable de la postmodernidad.
Por el otro, está el tema de la ética civil que venimos construyendo desde la década de los sesenta y a la que la Iglesia Católica se ha venido abriendo, precisamente, a partir del Concilio Vaticano II, que se celebró al inicio de esa década.

La Iglesia Católica organiza el Concilio para encontrar los caminos a un mundo cada vez más pluralista.

¿Por qué ahora, después de cuarenta años de camino, aparece como más importante la ética de sectas que la ética civil, en la que habíamos avanzado tanto?

Empecemos por aclarar que entendemos por ética civil.

Pensadores católicos como el teólogo Marciano Vidal, entre otros, definen la ética civil como el conjunto moral mínimo aceptado por una determinada sociedad donde se salvaguarde el pluralismo de proyectos humanos, la no confesionalidad de la vida social y la posibilidad de una reflexión ética racional. Así entendida, la ética civil indica el grado de maduración de una sociedad o, si se prefiere, el nivel ético alcanzado por una determinada sociedad. Lo anterior apunta, en su dinamismo, hacia un ideal ético universal, capaz de acoger a todos los hombres de una época determinada.

Ahora, no puede existir la ética civil si no existe una peculiar manera de entender y de vivir la realidad social (que fue la sociedad que se desarrolló en Occidente después de la guerra). Tal peculiaridad se concreta en tres rasgos: no confesionalidad de la vida social, pluralismo de proyectos humanos, posibilidad teórica y práctica de la ética no religiosa.

La ética civil postula, en primer lugar, la no confesionalidad de la vida social. Confesionalidad social y ética civil son dos magnitudes que se excluyen. La confesionalidad de la vida social origina una justificación única y totalizadora de la realidad; esa justificación es excluyente de otras posibles y se impone de modo no racional. Hace de las personas "creyentes" y de las valoraciones "dogmas". No tolera la existencia de una justificación racional y, por consiguiente, no dogmática.

La laicidad, entendida aquí como racionalidad y no confesionalidad, es la primera condición para que exista ética civil. Esta surge de la sociedad laica y se dirige a una vida social no regida por la confesionalidad. (Es innegable que la religión intenta con ahínco volver a gobernar territorios hace tiempo conquistados por la política, tanto en Oriente como en Occidente).

En segundo lugar, la ética civil exige también como condición la existencia del pluralismo de proyectos humanos. La sociedad que no admite el juego democrático no apela tampoco a la instancia crítica de la ética civil. Su instancia crítica es únicamente la fuerza del poder dictatorialmente mantenido.

La ética civil es el concepto correlativo al concepto del pluralismo moral. Uno y otro se apoyan y se justifican. Mientras que el pluralismo moral expresa la madurez de la libertad, la ética civil pone de manifiesto la madurez de la unidad. La libertad es madura si se realiza en la búsqueda del bien social; la unidad solamente tiene sentido si surge del juego libre y democrático. La ética civil expresa la superior convergencia de los diversos proyectos humanos de la sociedad libre y democrática.

El tercer rasgo descriptivo del horizonte social en el que surge la ética civil se refiere a la posibilidad teórica y práctica de la ética no religiosa. Quienes no aceptan la justificación puramente racional e intramundana de la ética, no pueden comprender el significado real de la ética civil. Ésta es, por definición, una ética basada en la racionalidad humana.

En la ética civil pueden, y deben, coincidir creyentes y no creyentes. La ética civil no excluye del legítimo pluralismo moral las opciones éticas derivadas de cosmovisiones religiosas. Sin embargo, ella se constituye no por la aceptación o rechazo de la religión, sino por la aceptación de la razonabilidad compartida y por el rechazo de la intransigencia excluyente.
(Por lo tanto, y lo dejo bien claro, no estoy haciendo una apología al ateísmo).

Vale la pena preguntarse, entonces, ¿cómo vemos desde la Iglesia Católica, la ética civil? Ante todo no la vemos como contraria a la ética cristiana, al fin y al cabo, la ética civil se alimenta del acervo de las grandes tradiciones morales. Dentro de las grandes fuentes de sentido y de orientación moral están las tradiciones religiosas. La religión constituye una de las grandes corrientes que alimenta la ética civil.

De manera que ante la propuesta de la ética civil, la reacción de los cristianos no puede ser de rechazo, sino de aceptación. Una aceptación obviamente no ingenua, sino crítica; es decir, que acepte los postulados teóricos y trate de hacerlos verificables con toda la fuerza y la valía de la propuesta.

Afirmar la ética civil constituye un alegato y una apuesta a favor de la racionalidad ética de la sociedad democrática; una racionalidad ética que se construye sobre la base de la no confesionalidad y sobre el legítimo pluralismo de la vida social y que trata de edificar una convivencia regida por el respeto, el diálogo y la conciencia universal de los seres racionales.
La ética civil es una propuesta muy fructífera para mantener el aliento moral dentro de la sociedad pluralista que, si bien afirma por derecho propio el pluralismo moral, también exige la búsqueda de convergencias éticas.

Dentro de ese denominador ético común caben las variaciones que la peculiaridad de cada legítima opción se sienta urgida a introducir. Cabe, entre otras, la peculiaridad de la opción moral de los cristianos, que por su propia condición ofrece el mensaje de perfección evangélica vinculada a la realización de los valores del reino de Dios.

Me asusta más, y ese es mi cisne negro, una sociedad postmoderna que se va fracturando desde sus convicciones religiosas. Me preocupan más los políticos que hablan como pastores, los terroristas que actúan en nombre de Dios y las guerras focalizadas que se justifican desde un determinado credo religioso.

Estoy convencido que desde la academia, desde nuestro compromiso con la pluralidad y la convivencia pacífica, estamos en la obligación de seguir insistiendo en la ética civil.